Iluminados por el Fuego
La primera edición del libro, de Edgardo Esteban, apareció en 1993 y se hizo famoso en 2005 por la película homónima dirigida por Tristán Bauer. El film se desarrolla en dos temporalidades: un presente que ya lleva tantos ex combatientes suicidados como muertos en acción y un pasado, en el campo de batalla, que permite conocer los agravios constantes a que fueron sometidos los jóvenes combatientes. La película se puede ver libremente en YouTube, el libro se compra en todas las librerías del país.
Por Mónica Carinchi
A fines de octubre se presentó una edición aniversario del libro Iluminados por el Fuego, de Edgardo Esteban, periodista que escribió sobre su experiencia como combatiente en la guerra de Malvinas. La primera edición salió en 1993 y, en 2005, Tristán Bauer filmó la película del mismo nombre.
Muchas personas gustan leer novelas o ver películas basadas en hechos reales porque los conmueven más que los basados en acontecimientos totalmente ficcionales; incluso, algunos apuestan a que el arte puede transformar la vida. Iluminados por el Fuego cumplió con todas las expectativas.
La película se estrenó en una sala de la provincia de Corrientes. Estuvieron invitados especialmente ex combatientes y sus familias. Al terminar la proyección, los espectadores permanecieron largo rato en sus asientos. La obra de arte produjo un efecto siempre buscado y pocas veces conseguido: puso en marcha la necesidad colectiva de llegar a la verdad. Dos años después, con un montón de denuncias por torturas, los ex combatientes iniciaron el juicio contra los militares argentinos.
Un suicidio más
Con un fondo en negro, mientras pasan los créditos, las explosiones nos colocan en situación: el ruido es lejano, como fue para el pueblo argentino que miraba la guerra desde la T.V.; sin embargo, fue ensordecedor para los soldados conscriptos, cuyos cuerpos serán iluminados por las bombas del invasor, ya sea haciendo frente al ejército profesional inglés o, finalmente, replegándose.
De los bombazos y el negro mortuorio se pasa a una vívida manifestación en las calles porteñas del 2001, reconocible por la expresión “que se vayan todos”. Un periodista, Esteban Leguizamón (Gastón Pauls) recorre las calles, parece ajeno a la conmoción generalizada. En el avance de la acción se entenderá: ser partícipe de una guerra es la mayor perturbación a la que puede estar sometido un sujeto.
Esteban, un ex combatiente, abandona su trabajo ante un llamado telefónico. La escena siguiente dirá por qué: un compañero de Malvinas, Vargas, intentó suicidarse, entonces, “Malvinas volvió una vez más y lo cubrió todo”.
En un flash back, la acción se instala en Malvinas, en la espera del desembarco enemigo, en el hambre, el frío, las ofensas, las torturas. Jóvenes sometidos a los caprichos de militares expertos, únicamente, en la represión ilegal.
El heroísmo, en Malvinas, apareció exclusivamente en los soldados. La situación desmoralizante que atravesaron está sintetizada en un plano detalle: un soldado tiene zapatillas de lona. Las vemos hundirse en el barro, sentimos el frío que atraviesa la tela.
Cuando ya todo ha concluido, incluso el desprecio de los oficiales por sus soldados, Esteban lleva a su compañero Vargas al hospital de campaña. Allí todo es enloquecedor: gritos, llantos, sangre, mutilados. La desesperación de Esteban se muestra en una toma circular que nos transmite el estado de shock del personaje.
Es necesario que Vargas muera después del intento de suicidio para que Esteban vuelva a Malvinas. Lo más trascendental de ese momento es la imagen del cementerio de soldados argentinos. En una panorámica cenital, en el inhóspito paisaje malvinense, las cruces conmueven y exigen no olvidar.