El cine refleja y anticipa lo que viene pasando desde hace décadas en Francia. En
YouTube se puede ver La Haine y buscando también se puede ver Athena.

Por Mónica Carinchi

En 1993, un francés, de 17 años, fue ejecutado de un disparo en la cabeza estando
esposado en una cárcel parisina. Era negro. La respuesta de los jóvenes no se hizo
esperar. Dos años después, el cineasta Mathieu Kassovitz, un francés hijo de
inmigrante húngaro, estrenó La Haine, película inspirada en aquel acontecimiento.
Un judío pobre, un árabe y un afrodescendiente, todos franceses (o descendientes de
inmigrantes, como gustan llamarlos los franceses) son los protagonistas de esta
película. Habitan una banlieue, barrio de monoblocks de la periferia parisina destinado
a los sectores más empobrecidos, que no ocultan su odio hacia la policía. El conflicto
entre los uniformados (reprimen brutalmente a los marginados) y las barriadas
estigmatizadas está presentado, incluso, en la música: un DJ coloca un parlante en la
ventana de su departamento para que todo el vecindario escuche Nique la police (Jode
a la policía).

El día anterior, al comienzo de la acción propiamente dicha, un amigo de los
protagonistas fue gravemente herido por la policía. Vinz, el judío, promete vengar a su
amigo si muere.

Después de mostrar en pocas escenas la vida degradada que llevan dentro del barrio,
que los contiene y separa del resto de los franceses, los tres jóvenes van a París. Unas
pocas estaciones de subte los separa de la ciudad luz, llena de miserias y expulsiva.
La desigualdad social, evidente en sus conductas poco adaptadas al mundo burgués,
los conduce a situaciones de violencia -no generada por ellos- que siguen aumentando
la rabia y el odio hacia todo lo que representa el Estado. En ese deambular por París
entran a la presentación de una muestra pictórica y el conflicto de clases detona por
nimiedades: los jóvenes no sólo portan una marca identitaria -cultural y
religiosamente- sino que también son pobres.

Además de tolerar las torturas de los uniformados -que a veces no usan uniforme-
grupos neonazis, los cabeza rapadas, también están al acecho de todos los jóvenes
estigmatizados por ser negros, tener otro acento o creer en un dios distinto al católico.
La brutalidad y el odio son el distintivo de estos otros jóvenes que, en definitiva,
también son unos desadaptados sociales.

En 2005, otra vez los barrios periféricos estallaron cuando dos adolescentes murieron
electrocutados en una central eléctrica, donde se escondían de la policía.
En junio de este 2023, nuevamente las calles de varias ciudades francesas fueron
copadas por miles de jóvenes segregados porque descienden de quienes, alguna vez,
estuvieron sometidos, humillados y tratados como esclavos por la Francia colonial.
Probablemente estas rebeliones no tengan la organización mostrada en Athena, otra
película sobre el mismo tema, dirigida por Romain Gavras, hijo de un inmigrante
griego, famoso por sus películas de denuncia social y política.

Desde hace décadas, la convivencia en Francia es cada vez más conflictiva. Reprimir
brutalmente a una parte de la sociedad y meter en la cárcel a miles de ciudadanos
franceses, aunque a los franceses blancos no les guste reconocer que lo son, no es la
forma de resolver este estallido que es cada vez más violento. El capitalismo, también
en Europa, muestra su agonía.

26/12/2023