Yo, Daniel Blake, película de Ken Loach, muestra los estragos del neoliberalismo en el
centro del mundo. Loach cuenta la historia de un hombre que intenta ejercer sus
derechos. Se puede ver en YouTube.>

Por Mónica Carinchi

Seguramente la mayoría de los lectores conocen al director de cine Ken Loach, un
inglés que se destaca por denunciar los desastres sociales que produce el
neoliberalismo en su país. Y esto es lo interesante, no va a las regiones periféricas a
buscar sus historias, en la antigua Albion encuentra a los expulsados del sistema.
Con un fondo negro y una voz en off casi impersonal, casi inmutable, que lee
preguntas a un sujeto que se va exasperando, pero al mismo tiempo responde
resignadamente porque necesita un subsidio estatal, comienza Yo, Daniel Blake, un
film de 2016, cuyo inicio nos hace presentir un futuro negro para su protagonista.
Daniel sufrió un infarto, quiere volver a trabajar, pero la médica aún no lo autoriza.
Por esto está solicitando un subsidio por discapacidad. No se lo otorgan (Daniel puede
levantar su brazo para ponerse un sombrero) y la burocracia del sistema social
(tercerizado) funciona tan mal (¿a propósito?) que queda enredado en una maraña de
trámites telefónicos (largas esperas con musiquita jovial) y on line (errores constantes
lo llevan a reiniciar el trámite mil veces) que cada vez lo alejan más de una solución
humanizante.

En su derrotero por la ciudad, intentando hacer uso de una computadora gratuita,
Daniel se detiene junto a un afiche publicitario: se compone, así, una imagen que
sintetiza el capitalismo: una bella mujer que exhibe anillos caros e inútiles y un
desocupado que no puede conseguir un subsidio para comer y pagar el alquiler.
En la infame oficina de asistencia social, Daniel conoce a una madre con dos hijos.
También ella sufre el sistema embrutecedor: hace una escena porque no la quieren
atender por haber llegado unos minutos tarde; famélica, devora en público; el único
trabajo que consigue es la prostitución.

“Humillarme y hacerme polvo”, así se siente Daniel Blake en ese recorrido
desgastante de pedido de subsidios, búsqueda de trabajo y miles de negativas de un
sistema pensado para destruir a las personas.

“Los putos conservadores te van a tercerizar”, grita un transeúnte a un policía que se
lleva al protagonista por haber hecho una pintada.

Daniel Blake escribió: “No soy un cliente, ni un consumidor, ni un usuario, soy un
ciudadano, nada más ni nada menos”.

Volver a ejercer la ciudadanía es el imperativo categórico que propone esta película
de Ken Loach.

20/01/2024